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Las falencias de la tecnología

Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 26 febrero, 2011



Elogios
Las falencias de la tecnología


Si China pasó al segundo lugar por sobre Japón, si la India sigue avanzando y la tecnología nos cambia el mundo, más allá de tomarla en serio nos convendría analizar además de los cambios que produce, las falencias que la ponen en peligro porque es evidente que nos llegó de golpe, sin que estuviéramos preparados para aprenderla, digerirla y asumirla. Y quiero dejar claro que falencia no es carencia por cuanto fallens es participio de fallere y por tanto solo tiene sentido como engaño, falsedad, trampa. En su sentido real la utilizo aquí, sin pretender pasar por culto.
Lo más importante: la tecnología no ha producido notables avances en la condición humana y más bien ha afectado la convivencia, la ética y la conducta y su paso es tan marcado que no da tiempo para meditar sobre ella. Es una evidente trampa o se usa como tal porque estamos cegados por su prestigio y en especial, por su uso que nos parece mágico porque hace posible que hasta las Tablas de la Ley puedan hoy considerarse virtuales.
Por ejemplo, lo que pasa con los celulares? Vale la pena revisar las redes sociales de Internet para darnos cuenta de la pobreza de lenguaje, pensamiento e incluso sueños que nos invaden a toda hora, por no referirnos al léxico vacío pero también grosero que gastan nuestros adolescentes.
A veces medito acerca del rechazo de los maduros en dominar las técnicas de manejo por cuanto implica un dificultoso aprendizaje de códigos de escasa duración, que serán prontamente reemplazados pero el contenido no, porque ya lo decía el poeta: “Si el río es amplio y profundo, cruza quien sabe nadar”.
Recordemos que Shakespeare no necesitó otra cosa que una pluma de ganso para escribir sus obras, mientras que muchos contemporáneos solo se le parecen en la similitud con el ganso que alborota su mundo interior.
Usted me dirá que la culpa no es del martillo sino del uso que se le da, lo cual es verdad, pero me temo que es también un modo de zafarse de la responsabilidad, encogerse de hombros y decir “porta mí”. La educación es obra de todos y no solo de un ministerio y si elegimos representantes para evadir la labor de vigilarlos a ellos, a nuestra sociedad y a la marcha de la Patria creyendo que es maravillosa, la veremos caer sin dar un paso para rescatarla, como ha sucedido y está sucediendo con muchos países en marcada decadencia.
Me parece que deberíamos ocuparnos un poco más del destino del hombre, de su formación integral, de su ética y la búsqueda de valores porque al paso que vamos me temo que una nueva generación interesada por el dinero y desinteresada de la familia, el amor, la compasión, la preocupación por el otro y muchas otras riquezas que vamos destruyendo por el camino, no prometen otra cosa que un futuro incierto y despreciable.
Con solo revisar los hechos históricos nos damos cuenta de las continuas decadencias de civilizaciones que parecían alcanzar la gloria y terminaron destruidas por la ambición, la lujuria, el desamor…
Ahora asoma desde el continente asiático una vez más el Oriente embanderado con la tecnología mientras nuestro pensamiento continúa anclado en la Grecia clásica y en la trayectoria que recorrió Europa en siglos, tal vez tengamos la dicha de que esa tecnología sirva para construir un nuevo mundo y no para acabarlo.

Leopoldo Barrionuevo
[email protected]

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