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Los perdones de palacio

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 15 agosto, 2013


¡Vaya lío puede esperarle al Pontífice con ciertas cúpulas de su iglesia en rebeldía con su prédica!


De cal y de arena

Los perdones de palacio

No les hizo falta pedir la flexión de rodillas. La audacia de la cúpula de la iglesia católica costarricense no llegó a tanto. Fue suficiente la parafernalia que les montó para entender que los tiene sometidos y acallados, al extremo de imponerles una contrición con todas las características propias de lo que no es espontáneo.
De seguro les conoce muy bien sus flaquezas y represiones: ahí, los de esas sillas, ninguno sería capaz de encarar la imposición ni de poner a buen recaudo su independencia de criterio. Les impuso un texto inconsulto, redactado por terceros, desabrido en formas y alcances, quizás también reñido en algunos extremos con normas jurídicas vigentes. Ninguno de los Presidentes de los Supremos Poderes se rebeló, sumisión que esa cúpula eclesiástica tan demeritada evidentemente daba por sentada. Así los puso a pedir perdón a Dios, no por los desafueros cometidos por ellos —doña Laura, don Luis Fernando y doña Zarella— sino “por todas las transgresiones que se hayan hecho en el pasado en nuestra patria”.
¡Qué bueno!, ha de haberse dicho la Presidente de la República al encontrar que por ese atajo podía evadir la responsabilidad de dar la cara por tantos agravios y desafueros que ella y sus colaboradores han cometido en el ejercicio del poder y que han provocado la más grande ola de indignación y de protestas sociales de los últimos 50 años. Claro, también la alta clerecía se sacaba el clavo por aquella expulsión del obispo Bernardo A. Thiel y de los jesuitas, así como por la secularización de los cementerios.
A tal fin puso a doña Laura a pedir perdón “por todas las transgresiones que se hayan hecho en el pasado”. ¿Y el artículo 4 constitucional? “Ninguna persona o reunión de personas puede asumir la representación del pueblo, arrogarse sus derechos o hacer peticiones a su nombre. La infracción de este artículo será sedición”.
Con el más auspicioso objetivo, esa ceremonia del 2 de agosto debió conducir a la conservadora y materialista jerarquía eclesiástica a pedir público perdón por el historial que acumula por los abusos sexuales de sus levitas, su boato y su amor al dinero, sin faltar —obviamente— esa dislocación de principios y reglas al implantar la mercantil subasta de espacios en el interior de la Basílica, con manifiesta subestima hacia aquella decisión de Jesús de sacar del templo a los mercaderes.
Debió auspiciar, también, el compromiso de secundar la prédica del papa Francisco cuando convoca a consolidar el laicismo del Estado y la separación del poder eclesial y el poder político, así como el designio de involucrarse en la redención de las favelas, los cantegriles, las villas miseria para lo cual esa misma institución eclesiástica debe salirse de los templos. “Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la iglesia salga a la calle… si no va a la calle, se convierte en una ONG. Y la iglesia no puede ser una ONG”.
¡Vaya lío puede esperarle al Pontífice con ciertas cúpulas de su iglesia en rebeldía con su prédica!

Álvaro Madrigal

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