Malestar en los jóvenes
Luis Alberto Muñoz [email protected] | Viernes 01 agosto, 2008
Luis Alberto Muñoz
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El destino de la sociedad costarricense depende de hasta qué punto pueda hacerle frente a la agresividad.
Tal vez por mercantilismo o por un deseo desinteresado de informar, los medios de comunicación colman de imágenes de destrucción, sangre y muerte.
Está claro que las terribles balaceras con ametralladoras entre policías y delincuentes organizados en los barrios bajos de la capital son un contundente manifiesto del nivel de violencia y del reacomodo de valores.
Asimismo, la destrucción perpetrada el domingo por jóvenes vándalos en la Universidad Latina y alrededores, durante una actividad artística confirma el envío de un mensaje caótico hacia la misma sociedad.
Cada sociedad está marcada por su cultura, y esta es lo que nos diferencia de los animales.
Entonces, ¿cuál será el malestar actual?
Sin lugar a dudas hoy la cultura tiene características muy particulares, la globalización, las reglas de mercado, la influencia mediática, la exaltación del individualismo, la imagen como valor.
Vivimos en una sociedad depresiva que impulsa al ser humano a un vacío existencial, a la incertidumbre sobre el futuro, a la búsqueda del éxito desmedido.
Más decisivo es el haber pasado del “ser” al “tener”.
Como resultado nos encontramos con una sociedad en crisis y sin medios para hacer inofensivos los instintos agresivos.
Estos jóvenes vándalos no son más que el resultado de un narcisismo impulsado por el individualismo y la pérdida de valores e ideales que les permitan canalizar esos impulsos hacia el desarrollo de la creatividad, para lo cual está precisamente el arte.
Paradójicamente, en la violencia, la negación de los otros llega a ser la negación a sí mismo.
Es sencillo encontrar en la juventud los signos de la autodestrucción, anorexia, bulimia, adicciones y suicidios, síntomas cada vez más comunes.
Entre las dos fuerzas fundamentales en el ser humano, la única repulsión a la violencia y la muerte es el amor.
Vivimos en una sociedad cada vez más carente de amor.
Esto lo demuestra la destrucción sistemática de la familia, el matrimonio, la solidaridad, el cristianismo, el sentido comunitario y todos los demás valores que históricamente representaban esos mecanismos con los que la sociedad costarricense y su cultura se las arreglaban para contener los instintos de muerte que hoy representan estos jóvenes.
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