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Más allá del escándalo

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 28 enero, 2011



Más allá del escándalo

El país se ha visto sacudido en estos últimos días por varios escándalos en que se sospecha haya corrupción, tanto en la sociedad civil como en los círculos políticos, y hay fuertes sumas de dinero de por medio. Me referiré tan solo a los dos casos más sonados actualmente.
Uno tiene que ver con el de un empresario metido a comprar clubes deportivos y que hoy se encuentra acusado y privado de libertad en cárceles norteamericanas. La suma de dinero de la que se le acusa de hacer un uso doloso es descomunal: 670 millones dólares americanos. Este escándalo constituye la mayor vergüenza que jamás en su historia haya tenido el deporte nacional y, en concreto, el fútbol, el que despierta la mayor pasión en el mundo. Dada la magnitud del escándalo y su trascendencia allende nuestras fronteras, este vergonzoso suceso ha conmocionado la institucionalidad misma del deporte profesional. Espero que la UNAFUT, cuyo funcionamiento debe ser revisado a fondo, asuma con responsabilidad y no con la mentalidad aldeana de que en no pocas ocasiones ha hecho gala, cartas en el asunto. El prestigio, no solo del fútbol profesional y de sus dirigentes, sino del país entero, está en juego. Ojalá sea este tan solo un caso aislado. Con el fin de sentar un precedente, las autoridades del fútbol deben ser muy firmes en su obligación ética y legal de velar a fin de que este deporte y sus fuentes de financiamiento estén por encima de toda sospecha. Dichosamente el señor Eduardo Li inspira confianza por su probada rectitud y transparencia.
El otro escándalo tiene que ver con recursos que, durante la Administración anterior fueron suministrados por BCIE y con que estos no hayan sido usados conforme a la ley. El uso de recursos que entonces dispuso el hoy precandidato del partido oficial, ha sido objeto de una investigación en influyentes medios de comunicación del país, que en días recientes han protagonizado virulentas disputas con los más prominentes miembros de esa poderosa familia que hoy se encuentra en el ojo de la tormenta. El poder de esos señores es tal que se han adueñado de las estructuras de poder del partido gobernante, hasta el punto de que manejan a la bancada parlamentaria oficialista como si fuera una manada de sumisos corderos.
Como no se trata de condenar sin antes juzgar por los procedimientos establecidos por la ley a quienes se sospecha de manejos dolosos de cuantiosas sumas, la actitud de la bancada verdiblanca no hace sino acrecentar el temor de que algo “huele a podrido” en las tiendas liberacionistas, tanto en el Zapote de ayer como en la Cuesta de Moras de hoy. El que nada debe, nada teme, dice la sabiduría popular; por ende, oponerse a la transparencia es hacerse cómplice.
Pero ese escándalo trasciende los pasillos del Congreso y salpica a la Corte Suprema de Justicia, pues el Fiscal General recién nombrado, se ha visto también envuelto en la sospecha de haber tratado de obstruir la investigación que cuatro fiscales del Ministerio Público proponían se llevara a cabo. La Corte Plena, en respuesta, ha considerado en forma unánime que había razones suficientes como para nombrar una comisión que rinda un dictamen antes de un año. Ojalá sea antes, porque la autonomía de los poderes y, en especial del poder judicial, está en juego. Los jueces y magistrados deben considerar la amenaza de una corrupción galopante en nuestro país, como el mayor peligro que hoy en día se cierne sobre nuestro régimen democrático. Deben demostrar la misma firmeza en combatirla como lo han hecho sus colegas en Italia y en Colombia. Si no están a la altura de las circunstancias y de su encumbrada investidura, la Patria y su propia conciencia se lo demandará. Los que resulten responsables de esa supuesta corrupción —si es que se prueba— y sus cómplices, podrán escapar al juicio de hoy pero no lo podrán al de la historia, esto es, al de nuestros propios hijos y nietos.
La corrupción parece estar alcanzando ribetes nunca antes vistos en nuestra historia. Es importante que las instancias que deben salvaguardar los mejores valores cívicos del país se pronuncien. Pienso en las universidades, las iglesias, los colegios profesionales, los medios de comunicación, los partidos políticos, las organizaciones culturales y comunales, etc. Debe haber una cruzada a favor de la dignidad de la Patria. Como lo hiciera Jesús, los mercaderes de ese templo que es nuestra Costa Rica, deben ser expulsados látigo en mano. La opinión pública debe mostrarse férreamente inclaudicable hasta que todo se aclare y, si hay culpables, que el peso de la ley les caiga sin contemplaciones.

Arnoldo Mora

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