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COLUMNISTAS


Mil partidos y sin líderes políticos

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 17 septiembre, 2015


Ojalá aparezcan reeditados los grandes momentos de la vida cívica nacional que llevaron a la Patria a sobresalir envidiablemente en la región

De cal y de arena

Mil partidos y sin líderes políticos

Si grave es la fragmentación del sistema de partidos políticos, más grave aún es que ello acontezca en coincidencia con una profunda crisis de liderazgos políticos. En el escenario de la política actual no sobresalen figuras con autoridad moral y poder de convocatoria dispuestas a echarse al ruedo y asumir los riesgos y costos que ello implica ante una agenda nacional complicada y de perentorio plazo.
Los predios de la alta política están vacíos; los otros espacios están llenos de pretendientes de muy diverso pelambre. Unos con reconocida solvencia moral, con experiencia y carrera académica, algunos con espuela política mas no de proyección nacional; también se hacen presentes quienes han crecido a la sombra de los dirigentes de ayer que no han podido provocar el milagro de que por ósmosis les transmitan carisma, prestigio y habilidad.
No califican para provocar la formación de una marea de respaldos políticos en torno a los grandes programas de gobierno que hay que madurar para sacar al país de la varadura que padece, particularmente porque el Estado —su funcionamiento, sus cometidos, su administración— sufre una pavorosa disfuncionalidad, ya porque su concepción en nuestra ley sea obsoleta, porque esa misma armazón jurídica sofoque su funcionamiento o porque haya sido secuestrado por grupos de presión y de poder fáctico para beneficio propio.
A este punto extremo hemos llegado por una deriva de años y años que llevaba el germen de la perversión de la misión del Estado, sin que partidos ni administradores cortaran por lo sano.
Lo testimonia el armazón institucional que construimos en el que se traslapan funciones y responsabilidades, y el abigarrado, gravoso y estorboso leviatán jurídico que poco a poco adoptamos y en el cual medran esos grupos de presión y poderes fácticos para decidir qué, cómo y cuándo se hace.
¿Cómo salir del laberinto si no tenemos los liderazgos idóneos para forjar los entendimientos de depurado contenido cívico dirigidos a erradicar todo aquello que está causando la grave disfuncionalidad institucional presente?
El tablero de la política es muy distinto en forma y contenido a aquel del cuatrienio 74-78 con ocho fracciones parlamentarias pero con un Jefe de Estado de las características de Daniel Oduber.
Tampoco se parece a los años del bipartidismo (por más de uno añorado y hoy claramente irresucitable) en que sí había reconocidos líderes políticos.
La orfandad de hoy ciertamente complica las cosas mas no debería ser impedimento insuperable para el emprendimiento nacional que busque la salida que nos libre de hundirnos arrastrados por la confrontación de la calle —quizá al caos y el anarquismo—, de lo que ya hay signos preocupantes.
La gran interrogante gravita sobre el escenario político y su habilidad para interpretar correctamente lo que está pasando. Ojalá aparezcan reeditados los grandes momentos de la vida cívica nacional que llevaron a la Patria a sobresalir envidiablemente en la región.
 

Álvaro Madrigal

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