Ni grandes ni pequeños
Natalia Díaz [email protected] | Jueves 11 julio, 2019

A partir de las elecciones de febrero de 2002, fecha en que se rompió el sistema bipartidista tradicional en el país, nuestro espectro electoral se asemeja cada día más al de los sistemas parlamentarios europeos actuales. España y Alemania, entre otros, se han decantado por 3 o 4 fuerzas legislativas de peso relativo, y las negociaciones en los parlamentos para la designación del primer ministro o el jefe de gobierno, son cada vez más el fruto de pactos y consensos a lo interno de los mismos.
Costa Rica tampoco es la excepción, y estoy convencida que, en futuras consultas electorales, la fragmentación legislativa y las segundas rondas presidenciales serán casi un fenómeno irreversible.
Es por lo que, todas las fuerzas políticas debemos realizar un gran esfuerzo para llevar a la asamblea legislativa las mejores figuras. Ya no deben existir puestos de “relleno” en las listas de diputados, pues el comportamiento electoral del costarricense es cada vez más volátil y emocional y menos racional y analítico.
Hago estas reflexiones porquede lo que observo, puedo inferir que los llamados partidos grandes, son cada día más pequeños, y aquellos partidos mal llamados pequeños se tornan cada vez más protagónicos en el panorama político nacional. De tal forma que el término “partido emergente”, más que “pequeño”, es el que se acopla mejor a la realidad electoral que vivimos.
Las lealtades partidarias han ido desapareciendo, y hoy en día el ciudadano se inclina más por el pragmatismo de las propuestas, el carisma y confianza que inspiren los aspirantes, que por aquellos inflexibles esquemas ideológicos que otrora definieron la historia electoral de Costa Rica.
Aún más, uno o dos temas de cualquier índole, que logren polarizar la psiquis del votante, tienen mayor fuerza que las llamadas maquinarias partidarias o las plataformas programáticas para definir una contienda electoral en la última semana.
En la coyuntura actual, ya no podemos vaticinar nada. Las mismas casas encuestadoras lo saben. Las próximas elecciones municipales, aunque son procesos personalistas no vinculados al amarre de banderías tradicionales, podrían depararnos sorpresas interesantes e insospechadas.
Es tan impredecible todo, que un buen gobierno, sea nacional o local, no garantiza la continuidad de un movimiento político; como tampoco un gobierno malo o mediocre, se traduce en una derrota anunciada o previsible para quien ejerce el poder.
Los estrategas encargados de conducir los procesos municipales que se aproximan tienen retos enormes para descifrar a qué aspiran los electores de cada cantón, y esto hace más interesante el futuro desenlace de las elecciones de febrero 2020. Los votantes todavía no han dimensionado lo importante que es un buen equipo en una alcaldía; si tuvieran mayor conciencia en cuanto a parámetros calidad de vida en el cantón, notarían que tiene más importancia los conductores del gobierno local, que una elección presidencial cuatrienal.
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