No pidan el ADN
Tomas Nassar [email protected] | Jueves 05 junio, 2008
No pidan el ADN
Tomás Nassar
Me parece indispensable hacer la advertencia preliminar de que quien esto escribe no conoce absolutamente nada de los fundamentos “táctico-técnicos” del fútbol.
Con ello evidencio no haber sido ni estar infectado por el virus de “entrenaduritis” que afecta a una porción tan importante de la población nacional.
Mi más vivo recuerdo de mis años de futbolista se remonta al tercer grado de primaria. Concluía un partido contra algún otro equipo de güilas luciendo orgulloso mi camiseta rojinegra adquirida en el Centro de Sport, en la que mi mamá había cosido con mucho afán un número 3 de vinil rojo, y unas zapatillas Bilsa de primer uso, cuando una voz anónima, presagio de mi futura vida como deportista, profirió una irremediable sentencia: “lástima tacos!”.
Después de este vítor popular seguí intentándolo hasta entender que lo mío no era el deporte de las patadas y pelotazos, momento en el que pasé a ocupar un lugar muy respetable en la gradería. Y como pasé sin pena ni gloria por mi vida de futbolista, nunca tuve acceso a un entrenamiento de verdad, con lo que me perdí el conocimiento de los prolegómenos que son necesarios para poder opinar sobre disposiciones estratégicas en el campo de juego. Salvo de esta carencia por supuesto los ingentes esfuerzos evidentemente improductivos (por el alumno, no por el profesor) de los distinguidísimos caballeros don Hugo Tasara Olivares y don Julio César Soto Paris, cuya frustración debió haber sido mayúscula ante la estulticia deportiva de su pupilo. Espero no ser tan mal columnista como futbolista.
Con toda esta perorata quiero evidenciar que no pretendo ni puedo opinar sobre las razones de camerino de la dramática debacle de la Liga Liga, y de la paternidad del Monstruo Morado, tan evidente y manifiesta que pretender una constatación del ADN resultaría una verdadera majadería. De ello será don Luis Diego Arnáez, persona a quien profeso respeto y admiración, el llamado a dar razones.
Lo que sí puedo expresar, como liguista de nacimiento, es la tremenda frustración que nos afecta a la inmensa mayoría (nada es absoluto) de los rojinegros, que no admitimos la advertencia de que “en el fútbol no todo es ganarle a Saprissa”, ni aceptamos resignados que “a veces se gana y a veces se pierde”, ni que “en la vida se puede ser feliz sin ser campeón”, porque nadie puede negar que el alimento del alma manuda es (era) precisamente el sabor de la victoria sobre la S y que 19 partidos de ayuno nos han hecho olvidar, por años, el placentero deleite que nos brindaba (en pasado), la victoria que nos permitía llegar el lunes a la oficina esperando encontrar en los pasillos a cualquier morado a quien preguntar, con cara de yo no fui: ¿sabés cómo quedó el partido ayer?
De lo que sí puedo opinar es de la sensación de pérdida de un equipo desorientado, de una situación general lamentable y de la falta del liderazgo capaz de despertar en los jugadores sentido de pertenencia e identidad de grupo, sensaciones sin las cuales, por supuesto, es impensable obtener resultados.
De todas las instancias del club esperamos reflexión y autocrítica sincera y el análisis profundo y cauteloso de por qué el contendiente ha crecido tanto que le tenemos que llamar “papá”, ejercicio indispensable en estos tiempos de cólera, que serviría para entender que no todo está perdido.
¡Lástima tacos!
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