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COLUMNISTAS


Nuestra democracia

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 28 junio, 2024


Inspirada en la democracia de los Estados Unidos de América, en la resultante de la Revolución Francesa y en la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, desde la independencia nuestra democracia estuvo basada en elecciones donde la mayoría del voto decidía, además con separación de poderes para que nadie lo tuviera completo junto con el estado de derecho que impedía que el gobernante a cargo hiciera lo que quería debiendo hacer solamente lo que la ley le autorizaba.

¿Por qué el estado de derecho es esa poderosa camisa de fuerza que obliga al Presidente de la República a hacer solo lo que la ley le permite? Fundamentalmente para evitar que caigamos en el absolutismo del que veníamos. Como el pueblo elige al presidente, también le encarga gobernar de acuerdo y dentro de los límites de la Constitución y las leyes que son el mandato del pueblo para todo gobierno.

Desde don Juan Mora Fernández, un maestro preclaro, nuestra democracia ha vivido un proceso de perfeccionamiento continuo. El país ha ido atravesando diferentes etapas hasta llegar a la que vivimos. No es etapa de perfección en la que estamos, aunque muchos perciban a nuestro país como ejemplo en el mundo.

Nuestra democracia requiere ajustes, requiere más democracia, nunca menos. No requerimos devolvernos a etapas anteriores de autoritarismo y menos de absolutismo sino evolucionar hacia estados políticos mayor libertad, mayores decisiones compartidas por el pueblo, mejor elección de los diputados, de los magistrados y del Contralor General de la República. El país requiere una democracia más perfecta no una involución hacia formas autoritarias desacreditadas por la historia y que al final no producen sino un baño de sangre y la opresión de las libertades todas.

El cambiar la historia mintiendo y el deformar lo sucedido para hacer creer en espejismos no es lo correcto. El liderazgo de un mandatario reside, como lo fue con don Juan Mora Fernández, en lograr que la educación y la comprensión ciudadana de los procesos democráticos este presente en nuestra sociedad. En educar reside la base, la raíz y la fuente del poder del gobernante. Gobernar es educar con la palabra, con hechos, con el ejemplo de vida y de comportamiento. Ciudadanos más capaces, más alertas, más educados y más apercibidos de los procesos democráticos son fundamentales para que la democracia funcione mejor en Costa Rica.

Quienes nos dirigen deberían extremar la prudencia y la veracidad de sus palabras dichas aun en un ámbito privado ya que trascienden a uno público, nacional e internacional. El mundo que ha apreciado nuestra forma de gobierno y nuestra democracia no deja de verse impactado si desde uno de los poderes se señala que la democracia acá no existe. Así las cosas, todo nuestro entorno reacciona conforme a lo dicho y lo hace de manera negativa, nunca de manera positiva.

Debemos mejorar la elección de diputados, el nivel y capacidad de los mismos, su liderazgo, sus formas y su formación de estado. Debemos elegir los diputados por nombre y apellido ya no por lista. Debemos elegir los diputados de manera tal que quienes los eligen los identifiquen claramente y les exijan un comportamiento acorde a los motivos de su elección.

Debemos mejorar la elección de los magistrados en nuestro país. En los Estados Unidos la Corte Suprema de Justicia es electa por los diputados como en Costa Rica, pero de unas personas propuestas por el Poder Ejecutivo de tal manera que dos poderes concurran en su elección. Los diputados pueden aprobar o improbar los candidatos, pero no pueden votar por magistrados fuera de los propuestos por el Poder Ejecutivo. Todo en la vida tiene término, hasta la vida misma. La elección de magistrados debería tener límite en sus años de nombramiento sin posibilidad alguna de reelección. La elección de magistrados provenientes únicamente de la corte misma es peligrosa, pues pierden el contacto con las realidades de la calle. El Poder Judicial no debe conducirse ni sus magistrados elegirse como un club de amigos y de influencias. Una mayor proporción de litigantes debe integrar la magistratura.

El Contralor General de la República debería tener un término límite para su reelección. Dos períodos de nombramiento son suficientes para la ciudadanía.

En la democracia de nuestros días nos enfocamos en lo accesorio y dejamos pasar lo verdaderamente significativo. Los costarricenses nos enfocamos en leyes de trascendencia muy limitada, pero pasamos de lejos asuntos de importancia vital para nuestro sistema.

No se vale que uno de los poderes en continuada campaña política busque desacreditar la estructura democrática de nuestro país esto conlleva desastrosas consecuencias institucionales y de sistema.

Falta grandeza en el corazón de nuestra clase política. Falta la debida comprensión en Costa Rica que oposición parlamentaria no es destruir sino influir y construir en conjunto con el poder ejecutivo.

Falta claramente liderazgo y sobre todo calidad en el liderazgo mismo cuando se miente, se agrede y se pone a terceros a mentir en sufragio de las tesis adversarias.

Lo que está fallando en Costa Rica no es el sistema sino los personajes electos para dirigir a nuestra nación. Ha fallado en Costa Rica la educación cívica, la formación ciudadana y de estado y ahora estamos viendo y viviendo sus amargos frutos. La clase política está fallando en la interpretación de las necesidades de nuestra sociedad, de nuestras falencias, de nuestros vacíos legales y de nuestras aspiraciones sociales.

Respeto mutuo, decencia e integridad, patriotismo y grandeza.

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