Nuestra literatura, mitos y cultura
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 19 marzo, 2012


Nuestra literatura, mitos y cultura
Hace pocos días una amiga queridísima y sumamente joven, a propósito de una conversación sobre los Premios Nacionales, me preguntó quién era Aquileo Echeverría. Me sorprendió su desconocimiento de tan célebre literato y, como podría ser mi hija, la regañé.
Cuando llegué a Costa Rica tenía casi 12 años y entré a sexto grado en el Liceo Franco Costarricense. La profesora de español hizo con algunos compañeros una escenificación de “Mercando leña” y yo, que desconocía el lenguaje popular costarricense de cualquier época, me enamoré de esa historia tan simpática.
Incentivada por mi colegio, leí “El Sitio de las Abras”, “Marcos Ramírez”, “Cuentos de Angustias y Paisajes” y “Cocorí”. Tuve además el honor de conocer personalmente a Fabián Dobles y a Joaquín Gutiérrez.
A los años volví a leer la novela de Calufa, porque las aventuras de aquel chiquillo travieso me fascinaron, y adquirí un ejemplar bellísimo de las “Concherías” de Aquileo ilustradas con acuarelas de Ana Griselda Hine.
Si el máximo galardón nacional en las áreas de poesía, cuento, novela, ensayo, dramaturgia, historia, libro no ubicable, artes plásticas y música llevan el nombre de este gran exponente de las letras costarricenses, ¿no deberíamos saber todos quién es?
Afortunadamente el viernes pasado la Compañía Nacional de Teatro, en alianza con la de Danza, estrenó un gran espectáculo basado en Las Concherías de Aquileo Echeverría. Es una excelente oportunidad para que todos los jóvenes que no conocen a este gran poeta disfruten con su lírica y descubran un lenguaje costarricense ya casi perdido.
Pocos días después de mi desconcierto ante la ignorancia de mi pequeña amiga sobre don Aquileo, me sorprendí nuevamente. Hablando en una clase de personajes míticos costarricenses mencioné al doctor Moreno Cañas y un alumno jovencísimo admitió que no lo conocía. Tal vez otros tampoco, pero él fue el único valiente en preguntarme. Brevemente le conté la historia de don Ricardo y en la noche le comenté a mi hija Manuela (que debe tener la misma edad de mi estudiante) la anécdota. Por su cara noté de inmediato que ella también ignoraba quién era el célebre doctor. Me sentí culpable. Yo que tuve una relación personal con doña Graciela Moreno, hija del doctor, que soy colega de uno de sus nietos y amiga de otro, que he admirado la legendaria historia de ese personaje y conocí sus míticas anécdotas… ¿nunca se lo transmití a mi hija? ¿Es que acaso nos olvidamos de relatar nuestra propia historia?
Andrés Heindenreich dirigió una interesante película titulada “La región perdida: Dr. Moreno Cañas”, que refleja la vida, obra y posterior conversión en mito del célebre galeno. Se la recomiendo a todos los que conocen la historia de este santo popular, pero más aún a los que no saben nada de él.
La historia personal o colectiva sirve para no cometer los mismos errores. El conocimiento de nuestros pequeños o grandes héroes nos enseña un camino a seguir. La cultura general nunca está de sobra.
Claudia Barrionuevo
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