Pedir en Navidad
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 24 diciembre, 2012
Pedir en Navidad
Mi amiga Inés tiene un colocho con Colacho. Como típica niña costarricense del Siglo XX todas las Navidades le escribía al Niñito Dios jurándole que se había portado bien. Supongo que el Niñito lo sabía.
Años después, la publicidad y las influencias norteamericanas introdujeron en nuestra sociedad nuevos personajes festivos. Cuando su hijo, hace 26 años le planteó el dilema si escribirle al Niñito o a Colacho, Inés tartamudeó un poco. Su pequeño decidió, por las dudas, dejarles cartas a ambos.
En mi infancia sureña Papá Noel y los Reyes Magos, el 6 de enero (¡tenía dobles regalos!) me ilusionaron por varios años. Yo era más bien ingenua y creí en ellos la primera década de mi vida.
En Costa Rica, Santa ha remplazado al Niño y a Colacho. A Inés le preocupa que su nieto le pida regalitos a este personaje. La abruma creer que las tradiciones nacionales se hayan perdido, que queden los tamales y el pasito, pero que la decoración navideña evoque a otras latitudes. Odia la nieve falsa, el muérdago ajeno, el pavo insípido. No soporta pensar que cada año más costarricenses celebren el Thanksgiving como si tuviera algo que ver con nuestra identidad. Se altera cuando las grandes tiendas imponen las tendencias de color y temática en los adornos. Tiene razón.
La Navidad es la celebración más importante del cristianismo evocando el nacimiento de Jesús. Es, además la enorme ilusión anual de los más pequeños. También es el máximo evento comercial del año.
Sin embargo así como Inés y yo podemos abstraernos de la mayoría de las obligaciones que el comercio pretende imponernos, muchos de ustedes también lo hacen. Porque más allá de nuestras creencias y el dinero que podamos haber gastado o no en regalos, la cena del 24 es, primero y antes que nada, una noche de encuentro familiar donde tratamos de olvidar los rencores y compartir un buen rato con los más cercanos.
Sería hermoso que existiera un Niñito Dios, un San Nicolás, un Papá Noel, un Santa Claus que cumplieran nuestros deseos. No que nos trajera regalitos, no. Que les dieran a todos los ciudadanos de este mundo techo, comida, abrigo, salud, educación. Ese debería ser el anhelo de todos.
Inés sueña con que de verdad a partir del último día del baktún, el pasado 21 de diciembre, el mundo cambie, ingrese a una nueva era, deje de perderse en un inmenso agujero negro. Ojalá. Soñar no cuesta nada.
Esta noche cenaré en familia, me ilusionaré con darles regalos a mi mamá, mis hermanos, mis sobrinos, mis hijas. Voy a pensar también en todos mis afectos y en tantos que no conozco y a los que les deseo lo mejor. Feliz Navidad. Amén.
Claudia Barrionuevo
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