Pestilentes contrataciones
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 25 abril, 2013
¿Cómo es que la pestilencia que sale de esas ollas destapadas hoy no mortifica a los órganos de control del Estado?
De cal y de arena
Pestilentes contrataciones
Mientras digiero los términos en que la Presidenta Chinchilla cede ante la presión popular y releva a OAS de la repudiada concesión, traigo a la memoria a aquel ciudadano que escribió denunciando —asqueado, por supuesto— las voluminosas compras de bienes y servicios que hacen el Estado y sus instituciones y que se deforman como poderosos imanes para jugosos y fáciles negocios; y provocan la codicia de muchos que se refugian en los partidos políticos sin interés en los problemas sociales y sí buscando negocios que no aportan nada bueno.
Hablo de los mercaderes que pasan de un despacho a otro en busca de un contrato o paquete de esos que han sacado a más de uno de la miseria y que han transformado medianas empresas en poderosos emporios.
Su índice acusador se dirigió a los “políticos-mercaderes” de aquí y de allá, a los bufetes enchufados con las cúpulas, a los profesionales vinculados con la Casa Presidencial, directivos, presidentes ejecutivos y otros que conforman las redes del tráfico de influencias.
Se detuvo en unos casos —“pestilentes ollas” dijo— que han rebasado los límites de la decencia en los negocios, con perjuicio de la salud mental y física de los más necesitados y de la credibilidad en todo.
Advirtió de la trascendencia que manifestaban ciertas conductas contra Derecho de altos funcionarios públicos; en un caso (que él mismo denominó “chorizo”) el jerarca procedió a ejecutar lo que estaba manchado por la ilegalidad, improvisaciones, ausencia de estudios, trámites a la carrera, mal concatenados, hechos adrede para tratar de enderezar entuertos.
Así estaban las cosas hace unas décadas. No tan mal como hoy, por la pusilanimidad que enferma a los órganos de control. Mal tal vez calculado para no mortificar a los verdaderos detentadores del poder que están atrás de tanta porquería.
Quien externaba por la prensa del 27/06/04 tan ácidas y bien fundadas críticas era Rafael A. Chinchilla, ex Contralor General de la República.
Apuntaba al “chorizo italiano”, un fallido contrato para construir un dique flotante que se incubó en la visita presidencial de 1983 a Italia y del que él había recibido indicios inquietantes.
Eran otros tiempos en la vida de la Contraloría cuando, como lo dijo el Presidente Otilio Ulate al encomiar la gestión de don Amadeo Quirós, preclaro Contralor General “la virtud de la existencia de la Contraloría no radica en el texto constitucional que le dio soplo inicial de vida sino en el material humano” idóneo para “establecer, fortalecer y consolidar la autoridad de la Contraloría en función probadamente autónoma y no como apéndice del Poder Ejecutivo”.
¿Cómo es que la pestilencia que sale de esas ollas destapadas hoy no mortifica a los órganos de control del Estado?
He de corregir mi columna del 18 de abril pasado en el punto donde dije que el “Combo ICE” se dirigía a privatizar la prestación de los servicios eléctricos y de telecomunicaciones, siendo la propuesta la apertura a la competencia del Instituto con otros proveedores.
Álvaro Madrigal
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