¿Por qué no se está descarbonizando la economía nacional? (III)
Roberto Dobles [email protected] | Lunes 03 diciembre, 2018
Además de los factores señalados en las dos columnas anteriores que interactúan fuertemente entre sí con reforzamiento mutuo, hay que adicionar los siguientes dos que también están obstaculizando la descarbonización de la economía nacional.
1. Populismo energético
El populismo energético crea sesgos, restricciones y exclusiones de las opciones energéticas y conduce a crear ilusiones que no se cumplen posteriormente.
De acuerdo con Rafael Pampillón, “el populismo es una combinación de ofertas desproporcionadas por parte de los políticos y gobiernos” que se basan en propuestas que luego no se cumplen.
El senador chileno Ignacio Walker señala que los “populistas apelan a un sentimiento y prometen lo que no pueden cumplir” y el populismo “es un virus que tiende a corroer las bases de la democracia”, “es el hermano menor de la demagogia” y “es una forma de engañar al electorado”.
El populismo energético, como parte del populismo político, ha venido creciendo a través del tiempo en el país y se ha convertido en otro factor que ha contribuido a crear la parálisis que tenemos en materia de transición energética y de descarbonización de la economía.
Dentro de este contexto, a menudo se escogen o bloquean opciones energéticas “a dedo” sin ningún respaldo. Se prometen resultados energéticos que luego no se cumplen, mientras que simultáneamente se paralizan, restringen o eliminan otras opciones que a nivel mundial sí están incidiendo positivamente en descarbonizar la economía.
Las posiciones del populismo no se defienden con base en estudios (técnicos, económicos, financieros y ambientales), sino con base en dogmas, ideologías y mitos que apelan al sentimiento y a las emociones de las personas.
El populismo ha venido teniendo una injerencia importante en la política energética del país y en los planes nacionales de energía. Esta es una de las razones por las cuales la realidad nacional muestra que gran parte de lo que se ha señalado en la política energética y en los planes nacionales de energía no se realiza y lo que sí termina realizándose tiene poco o nulo impacto en cambiar la situación.
Este tema fue analizado con ejemplos reales en varias columnas anteriores, incluyendo las tres columnas siguientes: “Cuentos y realidades (I)”, “Cuentos y realidades (II)” y “Políticas públicas que no inciden en el mundo real”.
2. Mal entendimiento de las capacidades que se necesitan para poder hacer una transición energética y una descarbonización exitosa.
Los planes nacionales para descarbonizar la economía nacional no solamente son muy limitados en su alcance, sino que también son muy limitados en las capacidades que se requieren para desarrollarlos, aun para implementar el alcance limitado que tienen. No se entiende bien que se necesita una multiplicidad de capacidades muy diversas para llevar a cabo un plan de descarbonización de la economía.
Además de ser intensivos en capital y en tiempo, los procesos de transición energética y de descarbonización de una economía son, por su naturaleza misma, muy complejos y multidimensionales. Involucran muchas y muy diversas capas con múltiples actores y requieren una profunda interacción entre las nuevas tecnologías, las instituciones públicas, las empresas privadas y la sociedad como un todo.
Como lo indiqué en una columna anterior, un estudio publicado en mayo pasado por el Oxford Institute for Energy Studies de la Universidad de Oxford señala que la descarbonización y la transición energética son procesos que “van más allá del reemplazo de una fuente de energía por otra”.
Entre muchas otras cosas, este estudio señala que “en esencia, la transición energética implica cambios en tres dimensiones interrelacionadas: (i) los elementos tangibles del sistema energético, que incluyen la tecnología, la infraestructura, el mercado, los equipos de producción, los patrones de consumo y las cadenas de distribución; (ii) los actores y su conducta, que incluyen las nuevas estrategias y los patrones de inversión, así como el cambio de las coaliciones y las capacidades de los actores; y (iii) los regímenes socio-técnicos que contienen las regulaciones, las políticas formales y las instituciones, así como la mentalidad y las creencias de la gente y las opiniones sobre la normalidad y las prácticas sociales”.
Todo lo anterior requiere el desarrollo de múltiples capacidades de muy variada índole, las cuales no se encuentran en los planes nacionales.
La falta de desarrollo de estas múltiples y muy diversas capacidades, como parte integral de los planes, es otro factor que está impidiendo que la descarbonización se lleve a cabo exitosamente y que genere condiciones de competitividad internacional para no afectar el desarrollo económico y social del país.
En un proceso de descarbonización, las nuevas capacidades y las nuevas condiciones que son necesarias deben crear niveles de competitividad energética internacional que potencien el desarrollo del país hacia el futuro.
Conclusión
Los estudios que se han realizado a la fecha sobre la evolución de la situación energética nacional (indicados en muchas de mis columnas anteriores) muestran una realidad totalmente contraria a lo que se manifiesta en diversos documentos (política energética, planes nacionales de energía, propuestas electorales, etc.) y en las propuestas del populismo energético.
Estos estudios revelan, entre muchas otras cosas, que lejos de estarse reduciendo el consumo petrolero nacional y las emisiones al ambiente, más bien se está dando lo contrario.
La realidad muestra que en el país está ocurriendo un rápido crecimiento de las caras importaciones petroleras (que representan ya casi las dos terceras partes del consumo energético nacional), de las emisiones al ambiente y de los costos nacionales de la energía.
El consumo nacional de petróleo explorado, producido y refinado en el extranjero ha venido creciendo inclusive mucho más rápido que el consumo mundial de petróleo y que el consumo de energía nacional producida con fuentes renovables de energía.
A pesar de la retórica energética populista, se está dando en el país no solamente una aceleración del consumo de derivados de petróleo importados, sino que también se está dando una desaceleración del consumo de electricidad producida con energías renovables nacionales.
Sobre este tema, el informe Estado de la Nación 2018 señala que en 2017 “las importaciones de hidrocarburos aumentaron un 7% con respecto al año previo”.
Y de acuerdo con datos del ICE, en 2017 el consumo de electricidad (generada con fuentes nacionales renovables de energía) creció apenas el 0,80%.
No se está dando tampoco una reducción de los costos de las fuentes de energía sustitutas del petróleo, lo cual es esencial para impulsar la transición energética y la descarbonización que potencien el desarrollo económico y social.
Por esta y otras razones adicionales, los derivados de petróleo importados más bien están sustituyendo en todos los sectores la energía proveniente de fuentes renovables nacionales, cuando debiera ser al revés. Esto está ocurriendo aun en sectores que típicamente debieran ser dominados ampliamente por la electricidad, como el Residencial y el Comercial y Servicios.
Lo anterior ha sido demostrado en varias columnas anteriores, incluyendo la columna titulada “¿Se está descarbonizando la economía nacional?”, publicada en octubre pasado.
Los planteamientos populistas, que basan sus posiciones, objetivos y acciones en dogmas e ideologías sin respaldo técnico, económico y financiero, creen que las cosas se van a convertir en realidad por el solo hecho de ponerlas en documentos o de plantearlas en discursos.
Finalmente, por barreras importantes autoimpuestas, por falta de desarrollo de las capacidades que se requieren, por las acciones, omisiones e inacción de muchos de los planes y por planes desconectados de la realidad en temas claves, no solamente no se está dando ninguna transición energética y ninguna descarbonización de la economía, sino que más bien está ocurriendo un retroceso.
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