Retrocediendo
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 23 septiembre, 2015
Incomprensibles me resultan los argumentos llamando a desconocer el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la fertilización in vitro
Hablando Claro
Retrocediendo
Vamos a cumplir medio siglo de haber suscrito el Pacto de San José. Todos sabemos que en realidad se denomina Convención Americana sobre Derechos Humanos, pero especialmente a los ticos nos resulta gratificante llamarlo “Pacto de San José” dado que fue aquí donde, congregados los representantes del continente en un contexto geopolítico diametralmente distinto al de estos tiempos, decidimos dar un paso adelante en la tarea siempre inacabada de observancia respetuosa y promoción activa de los derechos humanos.
En estas casi cinco décadas, con muy diversos grados de cumplimiento, el sistema se ha consolidado y, aunque ciertamente no somos perfectos, la verdad sea dicha, los costarricenses tenemos un récord muy satisfactorio.
Somos vistos con admiración y respeto por el concierto de las naciones, sin que ello signifique que no tengamos lunares que atender y que, de ellos, probablemente el penitenciario sea el que implique mayor desafío y también mayor riesgo de inobservancia por razones de naturaleza de suyo compleja.
Pero mi tema hoy con el Pacto de San José tiene que ver con lo incomprensible que me resultan los argumentos de las últimas semanas llamando a desconocer el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la fertilización in vitro.
Uno puede entender que haya personas con una manifiesta incapacidad para comprender o del todo rechazar, por sus particulares y muy propias visiones de mundo, qué es una técnica de fertilización asistida, para ayudar a los que no pueden hacerlo solos, a procrear un ser humano; algo en lo que va implícito el espíritu de la civilización toda de mantenerse reinando sobre la faz de esta tierra.
Lo que no puedo comprender es que estemos retrocediendo a tal punto que, después de haber confiando en el Derecho Internacional la resolución de nuestras diferencias insalvables, ahora tengamos un pequeño pero potente conjunto de fuerzas políticas (obviamente las religiosas también lo son) gritando no solo consignas contra la fertilización in vitro, sino contra el propio sistema de protección de los Derechos Humanos, que nos ordenó en su día restablecer ese procedimiento médico científico de reproducción.
Tratase, según la Corte, de los derechos legítimos y reconocidos de las mujeres y parejas que no pueden tener hijos sin esa específica ayuda y que de acuerdo con lo que estipula la misma Convención Interamericana de Derechos Humanos: “si el ejercicio de tales derechos y libertades no estuviese ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados partes están obligados a adoptar medidas legislativas o de otro carácter… para hacerlos efectivos”.
De modo que vociferando contra el Poder Ejecutivo no se logrará nada más que mantener una gritería disociadora en torno a un tema cuya resolución depositamos en su día en una corte internacional a la que libremente nos sometimos hace medio siglo.
Ciertamente puede ser que la estrategia sea justamente seguir dándonos vuelta como el perro a la cola para no decidir lo que corresponde. Eso en materia de la FIV. Pero en lo tocante al fallo de la Corte, para ser congruentes (según quienes claman ahora contra ella), entonces habría que ir pensando en hacer lo que tanto hemos criticado de otros países hermanos: desconocer el Derecho Internacional. Para llevar el despropósito al oscuro foso de de la sinrazón completa.
Que Dios nos coja confesados.
Vilma Ibarra
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