Saber y comercio
Juan Manuel Villasuso [email protected] | Martes 03 junio, 2008
Saber y comercio
Juan Manuel Villasuso
Se acaba de publicar en Argentina un interesante libro que tiene por título “Saber y política en América Latina”; y como subtítulo “el uso del conocimiento en las negociaciones comerciales internacionales”.
La obra, coordinada por Mercedes Botto, incluye un conjunto de estudios y experiencias de países latinoamericanos en los que se analiza la manera en que el conocimiento académico incide en las políticas públicas relacionadas con el comercio.
Como telón de fondo del libro se plantea que la apertura comercial emprendida por la mayoría de los países de América Latina a mediados de los años 80, unas veces por iniciativa propia otras presionados desde afuera, consistió básicamente en la reducción de aranceles y la eliminación de subvenciones de distinta índole.
Esa orientación de la política comercial muestra dos particularidades. Por una parte, procesos y actores de distintos niveles de gestión, nacional e internacional, con dos lógicas de conducta muy diferentes y que interactúan continuamente. Por la otra, una fuerte puja y confrontación distributiva entre ganadores y perdedores de la apertura.
Al abrirse las economías y eliminarse las protecciones, la tensión entre el interés general y los intereses particulares se ponen de manifiesto con gran intensidad y exigen definiciones claras por parte de quienes detentan el poder. “No se trata solo de abrir nuevos mercados, sino de definir o redefinir el modelo de integración social”, señala Botto. Yo añado que se trata también de redefinir la participación en la esfera política.
Ante escenarios tan complejos y enfrentando decisiones de tanta trascendencia, ¿qué papel corresponde a los académicos y cuál es el rol que deben desempeñar los investigadores?
Del trabajo que comentamos se desprende que hay tres ámbitos en los que el saber, tanto el conceptual como el derivado del análisis empírico, puede contribuir en la toma de mejores decisiones.
Primero, la evidencia recolectada y estudiada debe mostrar relaciones de causalidad que no se detectan de manera evidente al observar la realidad a simple vista. Segundo, la cuantificación de escenarios alternativos permite conocer tanto los beneficios como los costos involucrados. Finalmente, deben darse respuestas lógicas y racionales, con base en la teoría y el análisis comparativo, a aquellas interrogantes para las cuales no existen datos concretos.
Durante muchos años la producción del conocimiento en las materias relacionadas con el comercio: negociaciones de tratados bilaterales, regionales y multilaterales; acuerdos de inversión y convenios de propiedad intelectual o estándares laborales y ambientales, entre otros, era competencia exclusiva de los gobiernos “en virtud de su monopolio sobre los recursos de información y financiamiento”.
Esa situación generó un conocimiento parcializado que privilegió el comercio sobre otras dimensiones económicas, sociales y políticas y que se enmarcó en una dinámica autorreproductiva y acrítica.
Afortunadamente, como se señala en el libro, están surgiendo desde la academia latinoamericana estudios que permiten comenzar a articular un saber propio sobre las relaciones comerciales, mucho más exhaustivo y profundo que el generado por los negociadores y por los organismos internacionales. Y aunque no se analizaron en la obra, los aportes recientes de las universidades costarricenses deberían incluirse entre los más relevantes.
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