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Sobriedad en año nuevo

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 29 diciembre, 2008


Sobriedad en año nuevo

Claudia Barrionuevo

Durante nuestra infancia, mi hermano Polo y yo viajamos en el carro familiar sin sillitas ni cinturones de seguridad.
Heredé de mi madre el instinto de frenar en seco al tiempo que extiendo con fuerza mi brazo derecho frente al asiento de mi acompañante.
A mis dos años, sufrí mi primer accidente vehicular: viajaba en el asiento delantero al lado de mi tío Rorro y él tuvo que frenar de golpe. El susto y una chichota fueron las únicas consecuencias que sufrí. Tuve suerte.
Mi tío no. Un año después murió en una carretera argentina.
De mis tres tíos, dos murieron en accidentes de tránsito y uno por la dictadura militar argentina. Tristes datos.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren 1,2 millones personas por accidentes de tránsito en el mundo.
No minimizaré los datos costarricenses sobre las muertes en carretera. No son pequeños y —sobre todo— no son desestimables. Afortunadamente este año, entre el 24 y el 25 de diciembre, la Cruz Roja no registró ni un solo deceso por culpa de los automóviles. Este récord histórico se debe —sin lugar a dudas— a las severas sanciones que impone la nueva Ley de Tránsito.
De manera que hay que aplaudir esta iniciativa legal aprobada por la Asamblea Legislativa, varios años después de haber sido propuesta.
Pasemos a aspectos prácticos de la ley: un año de prisión a quienes manejen en estado de ebriedad.
Primero: según informes de los Ministerios de Salud y Justicia, las cárceles están sobre pobladas en un 10% de su capacidad. Solo existe un centro penitenciario para mujeres. Hasta dentro de dos años se podrá iniciar la construcción de nuevos lugares de reclusión. Considerando la cantidad de borrachos que manejan en nuestro país solo cabe emular a Celia Cruz: “no hay cárcel pa’ tanta gente”.
Segundo: los grandes, verdaderos y peligrosos delincuentes —léase corruptos, narcotraficantes, lavadores de dinero; o sea altos delincuentes— están sueltos y van a seguir estándolo, porque pueden pagar los sobornos correspondientes.
Tercero: ¿qué va a pasar cuando un renombrado personaje público —por ejemplo: ex secretario general del Partido Liberación Nacional o actual diputado— sea “pescado” por manejar en estado de ebriedad? ¿Pasará un año en prisión? ¿Seguro?
Cuarto: da la impresión que en Costa Rica —como siempre— falta visión de futuro, planificación, previsión de las consecuencias, organización. Con estas características políticas nacionales y sin ninguna visión de país ¿se pretende convocar a una constituyente? ¡Oh my God! —dirían mis hijas.
Soy bastante respetuosa de la ley. Si estuviera en campaña política diría que lo soy absolutamente, pero la hipocresía nunca ha sido mi fuerte. Obviamente por eso —por mi transparencia— no aspiraré jamás a un puesto público.
No defenderé —tampoco— a quienes manejen en estado de ebriedad. Pero ¿qué tal si encerramos a todos los conductores borrachos en el redondel de Zapote —con toros o sin ellos— hasta que alcancen la sobriedad?
No me queda más que desearles un feliz año nuevo sin alcohol o sin manejar. La escogencia es personal.

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