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Solís, Araya, Villalta y Guevara

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 13 febrero, 2014


Los desaciertos de dos gobiernos liberacionistas seguidos terminaron opacando los logros de que pudieran alardear en otra circunstancia


De cal y de arena

Solís, Araya, Villalta y Guevara

Los números hablan: Luis Guillermo Solís y José María Villalta son los ganadores de las elecciones nacionales del 2 de febrero.
Solís pasa a la segunda ronda como favorito, en un sorpresivo resultado inadvertido (tal vez ocultado) por las encuestadoras de opinión que aún a inicios de enero lo relegaban a la quinta posición y después de ganar contra los pronósticos la convención interna de su partido.
Y si bien Villalta entró de tercero, por su carisma, su juvenil figura en un padrón con muchos jóvenes, su plataforma de cambio hacia la izquierda atractiva para muchos y su capacidad para resistir la feroz ofensiva con que una irracional extrema derecha lo quiso sacar de combate, recibió el 17,3% de los sufragios y multiplicó la presencia de su partido en el Parlamento de 1 a 9, ubicándolo como necesario interlocutor de la agenda nacional.
En el segmento de los perdedores está Otto Guevara. Es el gran perdedor de la jornada y del contexto político general. No temo equivocarme al concluir que finalmente el grueso del electorado se percató de que tras esa figura histriónica, ampulosa, de contenido vacío muy bien disimulado por la fanfarria de conceptos importados para halagar a sus palafreneros, estaba la versión cimarrona de Silvio Berlusconi.
Su descalabro personal arrastró al partido que quedó reducido a dos o tres curules.
A Johnny Araya le ha tocado apechugar con una serie de factores que conspiran contra las pretensiones de prolongar la gobernanza liberacionista por otros cuatro años.
En efecto, los desaciertos de dos gobiernos liberacionistas seguidos terminaron opacando los logros de que pudieran alardear en otra circunstancia.
El desprestigio de dimensiones inéditas de la administración Chinchilla, la corrupción, la profundización de la inequidad, de la pobreza y de los índices del desempleo y subempleo, la consolidación de las tres Costa Rica de que habló el arzobispo Barrantes (la rica, la pobre y la marginada), el festín con los recursos públicos, el clientelismo electoral, la presencia de una masa de ciudadanos jóvenes muy crítica de los viejos artificios para atraer el voto, permiten ver a Araya y al Partido Liberación Nacional como perdedores de la jornada en que les votaron 544.649 ciudadanos (29,6%).
Eso estuvo muy lejos del millón pretendido como meta, cantidad que se reduce a un 25,5% en el renglón de los sufragios para diputados (su fracción será de 18 curules, la más pequeña en su historia) con una derrota casi de KOT en Cartago —la que fue provincia de larga y arraigada filiación liberacionista— y en su cantón central.
No es que Johnny esté en artículo mortis; pendiente queda que Solís no haga la de las vacas y por una pifia, pierda la carrera en el último metro.
En la próxima columna haré referencia al ocaso del PASE, al tortuoso tránsito del PUSC que consigue salir con vida aunque sin rumbo, y al mosaico multicolor de la Asamblea Legislativa elegida.

Álvaro Madrigal

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