Terremoto financiero
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 03 octubre, 2008
Arturo Jofré
El epicentro está en el país más poderoso del mundo, pero los daños pueden llegar a todos los continentes. Lo peor de una crisis financiera es que crea desconfianza y las entidades financieras se basan en la confianza. De ahí que el esfuerzo estadounidense por atenuar la crisis tiene al mundo a la expectativa.
Después de un terremoto hay que detectar todas las columnas flojas del sistema, algunas de las cuales ya se sabía que estaban flojas. Aquí se mezcla lo previsible con lo imprevisible. La competencia llevada a tomar riesgos extremos, con la parte oculta de un fenómeno todavía no bien diagnosticado como es la globalización. Todavía hay muchas zonas oscuras y grises, algunas provocadas y otras que responden a los vaivenes de cualquier fenómeno de esta naturaleza. El mundo corporativo sufrirá cambios que solo crisis como estas pueden provocar.
La empresa es el motor de la economía, por esta razón su buena salud nos compete a todos. En este caso lo que está en el punto crítico son las grandes corporaciones financieras, no las que producen, sino las que viven de transacciones que pueden pasar a niveles especulativos y hacer cimbrar un sistema.
Son estas grandes corporaciones, por su impacto en la vida social y económica, las que van creando una imagen que termina cubriendo a todo el sector. En una encuesta de opinión entre el público estadounidense, solo el 2% opinaba que los líderes de grandes compañías eran muy confiables, además no creían que esta tendencia mejorara (Roper Consulting poll, 2005). En relación a este mismo estudio, citado en la revista de negocios de Harvard, se indica que se incrementan las demandas del público para que las compañías mejoren su relación con empleados, comunidades y el ambiente.
Es interesante observar que uno de los cuestionamientos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos con respecto al plan de rescate financiero se refiere a un tema recurrente en ese país: el enorme paquete de compensaciones de los más altos ejecutivos de las grandes corporaciones, donde bailan muchos millones de dólares por cabeza.
La competencia llega a niveles tan extremos que a veces lo ético queda relegado. Uno de los más influyentes investigadores en el campo de la educación, el doctor Howard Gardner, indica que lamentablemente, aun si una persona crece con un fuerte sentido ético, el mal comportamiento de otros puede menoscabarlo. Un estudio realizado en la Universidad de Duke encontró que el 56% de los estudiantes de la maestría en administración de negocios admitía hacer trampas en sus exámenes. Esos son los futuros líderes de las empresas. Dice Gardner que hay estudiantes que piensan que hacer trampas es el costo del éxito, incluso algunos llegan a pensar que lo ético es un lujo.
Esta crisis hará que el naipe se vuelva a barajar y que la responsabilidad corporativa y de los gobiernos se conjugue para que los factores previsibles de este tipo de fenómenos sean debidamente controlados.
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