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Todavía quedan caballeros

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 02 marzo, 2009


Todavía quedan caballeros

Claudia Barrionuevo

El feminismo de los años 60, lejano al movimiento sufragista de principios del mismo siglo —el XX— afirmaba vehementemente que la única diferencia entre los hombres y las mujeres era biológica. Solo tenía que ver con el aspecto reproductivo. En todo lo demás éramos supuestamente iguales.
El avance de la ciencia determinó luego que las diferencias entre los hombres y las mujeres son muchas y van más allá del aspecto reproductor.
Lo más interesante de los estudios sobre las hembras y los machos humanos ha sido el descubrimiento que —a pesar de siglos de opresión o tal vez por eso— los cerebros de cada género funcionan de forma distinta. No mejor ni peor: distinta.
Gracias a todos los movimientos que abogaron por los derechos de las mujeres en el siglo pasado, las féminas han logrado alcanzar importantes puestos de trabajo y liderazgo. Aún queda mucho camino por recorrer si consideramos que todavía millones de niñas siguen siendo sometidas a la ablución y muchas mujeres aún son apedreadas hasta morir por cometer un “pecado” permitido a los hombres: la infidelidad.
El feminismo nos ha traído ventajas a las mujeres: hoy por hoy muchas —tal vez solo las privilegiadas— han llegado a ser funcionarias de alto rango y dirigentes de primera línea en la empresa privada. El país está siendo guiado en gran medida por el mal llamado sexo débil. Tenemos incluso dos precandidatas de los partidos más representativos de la actualidad.
El mundo cambió para bien —tenemos muchas más posibilidades— y para mal —tenemos muchas más responsabilidades—.
No hemos podido desembarazarnos —literalmente— de nuestras funciones pasadas: madres, amas de casa y esposas con todo lo que eso implica. Ahora además somos ejecutivas, eficientes, responsables, creativas y —si queda tiempo— bellas, encantadoras y simpáticas. Es decir las mismas responsabilidades y exigencias, más otras responsabilidades y exigencias.
Los hombres… ¡pobres! Han tenido que soportar el proceso de evolución femenino sin tener suficiente apoyo social para su desarrollo emocional.
Me alegra no tener que extrañar aún algunas cortesías masculinas que siempre me gratificaron. He cambiado pocas llantas de vehículos. Siempre llega un caballero que ofrece su ayuda demostrando más destreza y fuerza que yo.
La llamada del día después, la protección física, la comprensión a nuestras situaciones críticas emocionales, la suavidad en el trato o el hacernos sentir como unas reinas son caballerosidades que no deberían perderse por más que en el desempeño diario laboral estemos a la par.
Hace justo una semana mi amiga Gaby y yo visitábamos por primera vez un restaurante japonés nuevo para nosotras. Después de deleitarnos con sushi e historias, quedamos solas en el local, todos los clientes se habían ido. Pedimos la cuenta y el camarero nos informó amablemente que estaba cancelada.
Al gentil caballero anónimo que pagó nuestro almuerzo el lunes pasado, dejando dicho que mis columnas le alegraban la semana, mil gracias. Me hizo sentir como una reina y alegró mi semana.

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