Tres aniversarios de diamante
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 03 mayo, 2021
Veinte años si es mucho en la vida de una nación bicentenaria, es la décima parte de su existencia. Y 20 años es lo que celebramos este mes de tres importantes logros de Costa Rica.
En la vida de familia 20 años son un Aniversario de Porcelana y 60 años son Aniversario de Diamantes.
Tres Aniversarios de Porcelana es un Aniversario de Diamante, pero en este abril de 2021 los tres eventos cuyo 20 aniversario celebramos, merece cada uno ser celebrado con diamantes.
Hace 20 años, el 16 de abril de 2001 tuve el privilegio de sancionar una ley pionera, con la cual Costa Rica revolucionó el derecho de familia en favor de la madre y de los hijos. Se cambió las normas heredadas del derecho romano de hacía más de 20 siglos en cuanto a la filiación de los hijos, para permitir que la madre pudiera declarar la paternidad del hijo nacido fuera de matrimonio. La Ley de Paternidad Responsable ha permitido que desde su aprobación decenas de miles de niños y niñas sean inscritas con el nombre de su padre, y no con la ignominiosa descripción de padre desconocido que antes se utilizaba. Antes de esta legislación habíamos llegado a la dolorosa situación de que casi un tercio de los bebés nacían en esa condición, que los privaba del apoyo emocional, educativo y material de su padre. Y que con razón Lorena indignada consideraba una ofensa para las madres, como si ellas no supieran quien era el papá de su hijo.
Para aplicar la ley se construyó el laboratorio especializado para los exámenes de ADN. Ya al año siguiente de la puesta en vigencia de la ley se dieron sus maravillosos resultados: más de 16.000 bebés fueron registrados con el nombre de su padre, lo que no habría ocurrido sin la Ley de Paternidad Responsable. La gran mayoría de ese reconocimiento se dio y se sigue dando sin necesidad de recurrir a pruebas de ADN, pues los papás aceptan la declaración de la madre. Esa cifra siguió aumentando año con año.
Mi primera actividad al dejar el gobierno fue asistir como delegado de Costa Rica a la Sesión Especial de las Naciones Unidas sobre Infancia que se celebró del 8 al 10 de mayo de 2002 para difundir al mundo este extraordinario aporte de nuestro país en favor de las madres y la niñez.
El 22 de abril de 2001 firmamos la Declaración de Ciudad Quebec como conclusión de la Tercera Cumbre de las Américas. A propuesta de nuestra delegación se incluyó la cláusula democrática para el proceso de las Cumbres de las Américas: “El mantenimiento y fortalecimiento del Estado de Derecho y el respeto estricto al sistema democrático son, al mismo tiempo, un propósito y un compromiso compartido, así como una condición esencial de nuestra presencia en ésta y en futuras Cumbres. En consecuencia, cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del Hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del Gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbres de las Américas.”
Con posterioridad se celebró en San José la XXXI Asamblea General de la OEA que aprobó el Acuerdo de San José, resolución 1838, que tomó en consideración la claúsula democrática establecida en la III Cumbre de las Américas y el mandato de elaborar la Carta Democrática Interamericana. Ese Acuerdo de San José aprobó como base para la Carta Democrática Interamericana el texto presentado en esa ocasión y llamó a una reunión para aprobarla, que se efectuó el 11 de Setiembre siguiente en Lima, Perú. Gracias a los esfuerzos gestores de Canadá, Costa Rica y Perú contamos hoy con ese instrumento fundamental para la defensa de la democracia en nuestro Hemisferio.
El 23 de abril de 2001 firmamos en Ottawa el Tratado de Libre Comercio entre Canadá y Costa Rica. Fue el primer acuerdo de libre comercio entre un país del G7 y una pequeña economía de ingresos medios. Que se pudiese dar parecía imposible. Para Canadá el costo en tiempo y oportunidad de su equipo negociador, el desgaste político del gobierno frente a grupos nacionalistas y enemigos del libre comercio, la inversión de tiempo de sus órganos de decisión política, son iguales para negociar un acuerdo con un país de 5 millones con ingreso promedio de $12.000, que hacerlo con una nación a la que podría vender mucho mayor cantidad y valor de productos por tener mayor número de habitantes con poder de compra mucho más elevado.
La apertura a negociar ese tratado se dio en enero del año 2000 durante mi visita de estado a Canadá, ocasión durante la cual llegamos a ese acuerdo con el Primer Ministro Jean Chrétien.
En 1994 en la Primera Cumbre de las Américas en Miami se había aprobado el propósito de construir el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Seis años después el avance era lento.
Cuando tuve el honor de ese viaje a Canadá apenas había transcurrido poco más de un mes de la decepcionante Reunión Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, Estados Unidos. Había temor de que soplaran vientos contrarios al ALCA por las manifestaciones de los trabajadores contra la apertura comercial durante esa reunión en el Estado de Washington.
En las conversaciones con el Primer Ministro Chrétien lo que facilitó el inicio de las negociaciones entre Canadá y Costa Rica fue la posibilidad de que los EEUU consideraran que era de su interés apurar la conformación del ALCA, ante la posibilidad de que su vecino del norte le compitiera con ventaja en los países al Sur del Río Grande acordando tratados de Libre Comercio. La oposición al ALCA que se empezó a manifestar entre los gobiernos cercanos al socialismo del siglo XXI, así como la incapacidad en la OMC de avanzar a nivel global en la eliminación de los subsidios de los países industrializados a su producción agropecuaria, descarrilaron el ALCA. El acuerdo entre Costa Rica y Canadá lo que si facilitó fue la negociación del Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Centroamérica y República Dominicana tal como lo relata Tomás Dueñas, el Ministro de Comercio Exterior al que le correspondió terminar la negociación con Canadá en su reciente ensayo “Aventuras en Comercio Exterior”.
Esos tres acontecimientos de hace 20 años son dignos de celebración de diamantes. Son diamantes en derechos humanos, en democracia y en comercio internacional. Son diamantes nacionales y son diamantes que nuestro país aportó a la comunidad internacional.
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