Un derrumbe inexorable
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 21 septiembre, 2012


Un derrumbe inexorable
Es posible que ni el mejor equipo de cirujanos pueda sacar a la Caja de Seguro Social del estado de gravedad en que se encuentra. Las recurrentes anomalías y la corrupción que la han atacado sin misericordia no van a desaparecer con paños tibios. De una cosa podemos estar seguros: la Caja no morirá... y eso no puede alegrarnos.
La Caja es una institución emblemática, ha sido orgullo para el país, su imagen trasciende nuestras fronteras, nos ha llevado a un promedio de vida equivalente a países de alto desarrollo, nos ha permitido ingresar a los hospitales sin tarjeta de crédito, por eso no puede morir.
Pero la verdadera razón por la que la Caja no morirá es porque en Costa Rica ninguna institución pública muere, no importa que no camine. La pena de muerte para las instituciones públicas ha sido tácitamente derogada, lo que nos hace presagiar que la Caja seguirá deambulando llena de tumores malignos… y eso no puede alegrarnos.
Cuando veo la foto de la primera sede de la Caja a inicios de los 40 (una casita humilde con dos tristes puertas y una ventana sellada con rejilla), me pongo a pensar cómo allí pudo germinar una de las obras más atrevidas, más nobles, que sociedad alguna puede llevar a cabo. Era el comienzo de un sueño en que un país pobre construía una obra monumental, solo digna de un país rico.
Pero la Caja se derrumba inexorablemente. Una institución de este tamaño puede tener caídas, pero lo que ha ocurrido es una mezcla de pésima gestión, de corrupción, de negligencia, de botar el dinero de los contribuyentes a manos llenas. Qué pena da ahora hacer sacrificios para contribuir a ella, cuando periódicamente sale a la luz pública el derroche de miles de millones de colones.
Hacer un listado de lo que está ocurriendo en la Caja acumularía muchas páginas, lo que justifica que buena parte de la sociedad esté consternada. La Caja ha acumulado en las últimas dos décadas tanta energía negativa, que ahora empiezan las erupciones por todos lados.
No me resigno a ser testigo mudo del colapso de una institución a la que he admirado tanto. Me cuesta aceptar que ande moribunda, llena de vergüenza, borrando todo el prestigio que alguna vez tuvo y que fue obra de tantas personas dignas, soñadoras y solidarias. Me da rabia que se pisotee la figura insigne de su creador, el doctor Calderón Guardia. No quiero que sus torpezas reiteradas nos obliguen a tener que optar entre la costosa medicina privada o el costoso caos de la Caja.
El actual Gobierno no causó esto, pero le ha tocado enfrentarlo. Si no hay una cirugía mayor, se cumplirá el maldito efecto de las instituciones que no mueren pero cada vez se hacen más caóticas e inútiles. Lamentablemente esta veterana de casi 70 años ha perdido el alma.
Arturo Jofré
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