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COLUMNISTAS


Una solución institucional: la Concertación Nacional

Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 09 diciembre, 2019


Propongo una nueva y remozada Concertación Nacional para transitar con mejores pronósticos las circunstancias prevalecientes.

Vivimos tiempos de serios enfrentamientos. La democracia de las calles pretende suplantar a la democracia representativa, en nuestra América Latina y en muy diversas zonas de la geografía mundial. Y está a la vista, la violencia y la confrontación no son solución de los problemas, salvo cuando se trata de sacar del gobierno a una dictadura.

Para nosotros llegó la hora de atender problemas que se han venido posponiendo como se hizo patente el año pasado ante la situación fiscal. Es urgente reactivar la economía, crecer más aceleradamente, disminuir la pobreza estancada durante esta década y la desigualdad y el desempleo que crecen, y mejorar el nivel de bienestar económico de las familias de clase media. Además, estamos en siglo XXI con una economía mundial también desacelerada. Debemos enfrentar la ineficiencia de nuestro sistema educativo que PISA vuelve a señalar como incapaz de generar las habilidades que nuestros jóvenes requieren. Debemos mitigar y adaptarnos a cambio climático. Debemos capacitar a nuestros trabajadores para la 4ª Revolución Industrial.

Lo más negativo sería posponer la solución de esos problemas. Eso más bien agravaría el descontento.

Pero también quedó claro que, con la cultura de exaltada confrontación prevaleciente, enfrentar los problemas nos lleva a confrontaciones peligrosas.

En circunstancias mucho más calmadas, y tal como lo fui anunciando con palabras y hechos durante la campaña política, al inicio de mi gobierno convoqué la Concertación Nacional.

Lo hice para alcanzar acuerdos nacionales que tomasen en cuenta los intereses de los diversos grupos, y a la vez facilitar que los grupos cediesen en algo sus posiciones. Se requiere una toma y daca para construir acuerdos.

Eso lo procuramos de una forma organizada en la Concertación Nacional que impulsé en 1998. Manuel Barahona, Roberto Gallardo y Carlos Sojo en el análisis que efectuaron para el BID en Marzo de 1999: “El Proceso de Concertación Nacional en Costa Rica Balance y Perspectivas” concluyeron: “es sin duda el intento más estructurado y sistemático realizado hasta la fecha en esta materia…Del balance de la primera experiencia se destaca la primacía de los aspectos positivos sobre los negativos…la concertación ha permitido impactar la agenda del debate nacional…diversos sectores encontraron espacio no solo de discusión con el Gobierno, sino de contacto con otros actores sociales…Un resultado sobresaliente fue la suscripción de más de 150 acuerdos por la vía del consenso. El mecanismo funciona. Lo que se impone en adelante es una búsqueda conjunta de opciones que enriquezcan y corrijan la metodología empleada y le otorguen carácter permanente”.

La Concertación Nacional no se hizo permanente. ¿Valdrá la pena hacerla ahora? ¿Qué cambios fundamentales serían necesarios?

El cambio más importante en el proceso de tomar decisiones públicas, ocurrido desde aquella época, es el paso de un sistema bipartidista a uno multipartidista.

Entonces la función más importante de la Concertación era propiciar que los dos partidos muy mayoritarios tomásemos decisiones conformes con los acuerdos expresados por representantes de la sociedad civil.

Ahora los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa se necesitan como actores de primer orden a la par de trabajadores, empresarios, ambientalistas y otros grupos representativos de válidos intereses sociales, para conformar acuerdos que, por ser realizables, puedan convertirse en políticas públicas.

Frente al descontento que sacó la gente a las calles, la Concertación Nacional es un proceso válido para que los diversos grupos puedan proponer sus ideas y defender sus intereses sin recurrir a la violencia.

No podemos dar la espalda a la realidad que vivimos.

Repito llegó la hora de resolver problemas del siglo XX que se nos han acumulado y ya enfrentamos los nuevos que nos trae el siglo XXI ¿Cómo hacerlo evitando que entre nosotros se llegue a los extremos que parecen anunciar, en estos días, los actos vandálicos de estudiantes universitarios?

Es tiempo de reflexión, de acciones cuidadosas, de oír a los demás. Lo ideal sería un cambio de actitud de todos.

Pero ante estas apreciaciones de sentido común, el realismo desnudo responde señalando que las actitudes recomendables no han imperado en otros países latinoamericanos, ni en otras latitudes, ni entre nosotros mismos recientemente.

Por eso propongo como respuesta institucional una nueva Concertación Nacional que facilite el cambio de actitudes, en la que ahora si participen además de la sociedad civil los partidos políticos.

¿Cómo prepararla de manera que de confianza a todos los interesados? ¿Quiénes deberían ser sus conductores? Al gobierno debería corresponder seleccionar los temas y preparar los documentos de base. ¿Valdrá la pena contratar un conductor extranjero, un académico que agrande la confianza, pues nadie es profeta en su tierra?

Creo que considerar esta posibilidad nos puede abrir una válida salida.


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