Veinte años no es nada
Leiner Vargas [email protected] | Martes 14 febrero, 2012
Reflexiones
Veinte años no es nada
Seguramente se sorprenderán los lectores con esta columna, pero me veo tentado a contarles un poco de mis vivencias en México durante el fin de semana pasado. Un país que conocí en 1990, época en que realicé mis estudios de maestría en economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM. Paseando nuevamente por las calles de San Angel o disfrutando de un tequila con mi amigo Gerardo, en el balcón de una taquería, podría fácilmente remembrar aquellos años noventa en que apenas si se asomaba la apertura económica en México y el presidente Salinas, no muy querido por cierto, anunciaba con bombos y platillos el programa solidaridad.
Esta vez la motivación de visitar la ciudad fue la invitación a celebrar los 30 años de la Maestría del ITAM y mi especial interés en recuperar un poco la cercanía con amigos de una generación realmente buena, no solo porque fuimos un conglomerado de países y de regiones representadas, sino que con el tiempo y los años, nos hemos vuelto buenos amigos, profesionales y, sobre todo, buenas personas. Claro, 20 años después estamos un poco más grandes, como dicen en México cuando pasas de los 40, un poco más gordos o tal vez, algunos ya no tenemos una restricción presupuestaria tan estrecha, como en la época de estudiante.
Es así como nos reunimos en Bross, un restaurante elegante en el Centro del emporio financiero y de negocios de la ciudad, donde se logra observar al fondo, un monumento a la opulencia de uno de los hombres más ricos del mundo. La plática fue pasando por casi todo, los cambios políticos de México, las historias de 20 años atrás, cuando compartíamos salón con el hoy presidente Calderón, en aquel tiempo un abogado aprendiz de economista, pero eso sí muy refinado y con gusto por la política y el buen whisky. No hubo tema que se quedara al margen, algunos que dejaré a su imaginación, por supuesto.
La ciudad sigue siendo a mi parecer tan impresionante como lo fue hace 22 años, las hermosas calles para caminar del Centro hacen pensar que se trata de cualquier metrópoli europea, las asombrosas obras del Periférico dan cuenta de la modernidad y por supuesto, el día libre para las bicis y los patines en Reforma, pone de manifiesto la creciente preocupación por la calidad de vida de la gente, que hoy más que ayer, vive en la urbe más grande de América. Al igual que la ciudad, los desafíos país son grandes y complejos, gobernabilidad política, democratización y por supuesto, transparencia; son temas de nunca acabar en una aún débil democracia. Por otro lado, la creciente desigualdad y la pobreza, nos hablan del México de varios mundos que apenas se deja ver en los andenes del metro o en los cruces de calle, donde el trabajo infantil y la pobreza muestran su otra cara. Todos desafíos que ni la izquierda ni la derecha de centro han podido enfrentar con verdadero éxito.
Más allá de la comida que me encanta, el tequila y la cerveza disfrutada con los amigos de antaño, la oportunidad de visitar la ciudad, 20 años después de graduarme, me permitió dar un abrazo caluroso al profesor Samaniego y al maestro Espíndola; a quienes por razón del destino debo el haber vivido tan hermosa experiencia.
Leiner Vargas Alfaro
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