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Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 05 mayo, 2008


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Marcello Pignataro

Una de las noticias más difundidas y comentadas de la semana pasada fue que un videojuego recién salido al mercado podría romper el récord de ventas a nivel mundial. Se estima que las ventas de la primera semana superen los US$360 millones (más de una película se desearía esa taquilla en su estreno) y que las acciones de la compañía que lo desarrolló suban hasta un 62%, aproximadamente. Hasta aquí todo bien.
Lo triste del asunto es que el videojuego en cuestión se llama “Grand Theft Auto 4” y lo que deben hacer los jugadores es, por medio de violencia en ocasiones extrema, robar autos cueste lo que cueste. Con la excusa de que el “protagonista” debe hacer los “trabajos” de una manera “obligada” y hasta “con renuencia”, los creadores —me imagino— pretenden excusar la invitación a la violencia gratuita y a la continua destrucción de valores morales, espirituales y demás.
Personalmente no me considero una persona mojigata, ni anticuada —a pesar de que se puede pensar que soy algo conservador en lo que a moda se refiere. Sin embargo me preocupa que el videojuego “más esperado en el radar de todos”, según dijo el editor de una página web dedicada a este tema, sea uno cuyo tema principal lo constituya la delincuencia, el matonismo, el sicariato, la impunidad ante el robo y —quizás lo peor de todo— ver el delito como la forma fácil y adecuada de hacerse de cosas.
Como una persona crecida en una generación de juegos de vídeo en los que la violencia más extrema consistía en comerse a los fantasmas en Pac-Man o rescatar a la princesa en Donkey Kong, me cuesta enormemente “digerir” los nuevos conceptos de videojuegos.
En épocas en que la inseguridad y la violencia son problemas serios, no solo en Costa Rica sino en el mundo entero —aunque algunas personas quieran hacernos creer que es pura percepción o “realidad virtual”, para seguir con el asunto de la tecnología— este tipo de iniciativas no colaboran en nada a mejorar la situación. Incluso el Presidente de la República ha sufrido este problema en carne propia al ver reducido el apoyo popular en diez puntos porcentuales en las encuestas.
Este juego puede ser calificado como “brutalmente violento”, ponerle etiqueta de “Solo para mayores de 40 años” y todo lo que quieran, que es muy difícil evitar que llegue a manos de niños inocentes e inmaduros que no sepan conocer la diferencia.
Hace un par de años decidí que el “Niño” les trajera un Play Station 2 a mis hijos (uno actualmente de 11 y el otro de seis). Cuál no sería mi sorpresa cuando, al poco tiempo de tener el bendito aparato, me aparece mi hijo menor con un disco de “Grand Theft Auto 3”. Ante mi interrogante de “¿Dónde lo conseguiste” y su respuesta de “Me la regaló el vecinito (menor que él)”, y luego de haber “jugado” por algunos minutos (no acostumbro censurar nada a mis hijos sin haberlo probado yo de previo), decidí deshacerme del bendito disco. Si ya un niño de menos de cinco años tenía acceso al juego, ¿cuántos más habría?
Posiblemente a mis 36 años aún sea un poco ingenuo para ser padre, pero sigo pensando que está en nosotros evitar que nuestros hijos tengan acceso a material inapropiado que pueda perturbar sus mentes y convertirlos en quién sabe qué en un futuro. La orientación, guía, estímulo y apoyo que los padres podamos brindar a nuestros hijos determinarán, en enorme parte, qué decidirán ellos con su vida cuando ya no podamos controlarlos.


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