Volvamos a empezar
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 07 septiembre, 2007
Cuando las cosas fallan y se llega a un estado crítico, es necesario empezar de cero para corregirlas. Intentar reparar a medias una situación altamente disfuncional no resuelve el problema, sino que lo consolida. Costa Rica ha tenido éxito en muchas áreas clave para su bienestar y desarrollo; en otras, ha podido salir del paso; pero en unas cuantas, el fracaso ha sido rotundo y, para superarlo, no tendrá más remedio que volver a empezar.
Hace un cuarto de siglo, la Costa Rica bucólica se empezó a dar cuenta de que cada vez estaba más desprotegida. Una escalada delincuencial se fue aprovechando con astucia de algunos convencionalismos que sostenían la estructura social por generaciones, como la confianza entre sus habitantes.
Esta situación no se debió a las cosas equivocadas que hicimos, sino a las correctas que dejamos de hacer. Nos faltó la visión que en otros campos nos ha dado tantos triunfos nacionales e internacionales. Es así como nos dejamos atrapar por una pequeña minoría que ha hecho de la criminalidad algo cotidiano, y ha hecho que las palabras “bajonazos”, sicarios, prófugos de la justicia, explotadores de menores y traficantes de drogas, sean parte de nuestro vocabulario diario.
Lo grave no es lo que ocurre, sino la forma pusilánime con que actuamos frente a estos hechos. Esta respuesta social débil ha estimulado la conversión de una sociedad pacífica a una sociedad en que la vida y los bienes de las personas están a merced de la delincuencia. Para adormecernos, hemos pensado que en otros países la situación es peor, que debemos acostumbrarnos a esta realidad, que la seguridad es responsabilidad de todos, que tenemos una percepción exagerada de inseguridad, que —ni modo— el crecimiento trae estas plagas. Es decir, hemos evadido el problema.
Sí hay solución, y no es ninguna utopía. Sin duda en Costa Rica se han resuelto problemas mucho más complejos. Pero para abordar un tema como este se requiere sacarlo de la agenda política tradicional. Varios países con crisis de gran magnitud han logrado aislar y resolver temas trascendentales borrándolos de la agenda política partidaria, y han tenido éxitos realmente impresionantes.
Es necesario, entonces, un trabajo conjunto del Gobierno, de los partidos de oposición y del Poder Judicial. El sistema migratorio, el OIJ, la policía, la forma en que los jueces aplican la legislación, la gestación de las reformas legales, son partes de un engranaje que bien armado puede atacar con éxito los síntomas y algunas causas del problema.
Los líderes deben asumir este compromiso. La cláusula básica es que no debe haber dividendo político para ningún sector en particular. Gran parte de nuestra paralización se genera porque cada sector quiere los créditos para sí y no para el conjunto. Si esa forma de actuar se rompe —aunque sea por excepción— el avance es incuestionable y, sin duda, recuperaremos mucho de lo perdido.
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