Volver a creer
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 13 enero, 2014
Votaré. Sin miedo, sin demasiadas ilusiones ni expectativas. Ninguno es perfecto para mí pero algunos se acercan a mi idea de un futuro mejor para todos
Volver a creer
En la plenitud de la segunda edad hemos perdido algunas ilusiones. Ya no tenemos la capacidad de entusiasmo apasionado que se nos desbordaba a los 18 años. No confiamos a fe ciega, no nos entregamos incondicionalmente, no estamos dispuestos a ceder en todo.
Nos han engañado tantas veces que el escepticismo es parte de nuestra cotidianidad. Nos quebraron muchos sueños, nos arrebataron esperanzas, perdimos la certeza de la felicidad absoluta.
Mis hijas, en cambio, quieren comerse al mundo y están deseosas de que llegue aquel en quien depositarán sus esperanzas. Las comprendo: son muy jóvenes. No las envidio: cada momento en la vida tiene sus ventajas y sus desventajas.
Lo intenté muchas veces y nunca lo logré. Quise y no pude, no logré lo que deseaba con tanto empeño. Volver a creer es difícil, sin embargo siempre queda un pedacito dentro de nosotros que lucha por comprometerse nuevamente.
No será igual que antes, los años no pasan en vano, pero puede ser agradable. Incluso podría provocarnos cierto entusiasmo, alegría, satisfacción.
Por eso, aunque no con la euforia de Manu y Vale que apenas están debutando en estas lides, voy a intentarlo de nuevo. Ya no creo en que haya alguno perfecto, pero puedo elegir entre las opciones que me ofrecen y escoger al que llene algunas de mis expectativas. No todas, eso es imposible, pero buscaré algunas virtudes que me sean imprescindibles.
Alejaré a todos los que no me harán feliz; a los que mienten; a los que no me inspiran confianza; a los que prometen lo que no pueden cumplir; a los que, simplemente, no me gustan.
Tampoco es que me voy a comprometer hasta la médula, no, para eso están los jóvenes. Estoy dispuesta sin embargo a dar otra oportunidad, a intentarlo de nuevo, a soñar aunque sea un poquito.
No solo porque es mi responsabilidad, no únicamente para dar el ejemplo a mis hijas. Porque quiero, puedo y es mi derecho, voy a votar.
Sí, no me engañan, no me creo casi nada, no tengo grandes esperanzas. Sé que gane el que gane poco es lo que podrá hacer en cuatro años con una Asamblea Legislativa dividida en muchos partidos con poca coherencia ideológica y con una Sala Cuarta que frena la mayoría de los proyectos, a veces para bien otras para mal.
No me enamoro como una adolescente, no sueño como un joven, no apuesto sin condiciones. Como siempre, cada cuatro años, pensaré en el colectivo y no en mis intereses personales.
He descartado a muchos de los 13 candidatos: quiero romper el continuismo; me aterran los orates y su agresividad sin límites; no soporto a los conservadores y mucho menos a los estúpidos; algunos dan pena ajena; si son jóvenes no quiero que repitan esquemas antiguos; la corrupción me asusta más que las ideologías; quiero una sociedad pluralista que respete el derecho de todos; mi voto debe ser útil para el cambio que añoro desde hace décadas.
Por eso estoy decidida a votar. El próximo 2 de febrero sin miedo, sin demasiadas ilusiones ni expectativas, voy a asistir a las urnas. Ninguno es perfecto para mí pero algunos se acercan a mi idea de un futuro mejor para todos.
Claudia Barrionuevo
[email protected]
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