Yo no lo conozco
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 22 febrero, 2008
Arturo Jofré
Yo no lo conozco, pero he disfrutado sus libros durante un cuarto de siglo. Uno termina conociendo al escritor por su obra, por su enfoque, por lo que dice o no dice, por sus temores, por su imaginación, por su honestidad. Así fui conociendo a Eduardo Oconitrillo, me hizo caminar por la Costa Rica del primer tercio del siglo pasado, especialmente por los laberintos que están más allá de la historia académica, para conocer facetas desconocidas para las nuevas generaciones.
La historia de Oconitrillo está siempre escrita en un estilo ameno, plena de anécdotas, de detalles que nos insinúan características ocultas de los personajes que fueron construyendo esta sociedad.
Además, él es un buscador acucioso de información y logra rescatar testimonios de personajes que fueron actores relevantes de esa época. En “El Bellavistazo” entrevista a Alejandro Aguilar, persona clave para lograr un acuerdo entre el gobierno de don Cleto y los rebeldes que tomaron el cuartel y que no reconocían el triunfo de don Ricardo Jiménez. Don Alejandro dio su testimonio a Oconitrillo y pocos meses después falleció.
En su libro sobre Rogelio Fernández Güell, logra describir con lujo de detalles al escritor y revolucionario que dio su vida por terminar con la dictadura, transformándose en un símbolo de la libertad y del precio que es necesario a veces pagar para poder construir una sociedad democrática. Las figuras de los presidentes González Flores y Acosta adquieren especial relevancia en los libros que dedicó a cada uno de ellos, aunque este último marca un estilo diferente, más cerca del estilo tradicional.
La sociedad de esos años siempre veía algún interés político en los asesinatos de personajes connotados. Oconitrillo se especializa en tratar de responder a estas interrogantes. Así lo hace con el asesinato de Joaquín Tinoco, ministro de Guerra y hermano del presidente, un esfuerzo vano que no ha tenido una respuesta convincente, pero que describe magistralmente el escenario político y social de esos años.
En otro de sus libros se sumerge en la vida y el misterioso asesinato del doctor Moreno Cañas, un candidato presidencial en potencia. Aquí entrevista al culpable y al escritor José León Sánchez, quien no solo compartió en San Lucas con el asesino, sino que lo incluyó en su novela “La isla de los hombres solos” (Ciriaco).
De pronto se ha dejado llevar por la novela histórica, personalmente no he podido acostumbrarme a ese género, la razón es simple: uno no sabe qué es real y qué es ficticio. La ventaja en este caso es que este autor casi no agrega ficción, lo traiciona su motivación histórica. Las memorias de un telegrafista de la casa presidencial y la novela sobre Tinoco durante su exilio en París, nos permiten penetrar en costumbres y comportamientos sociales de esos años.
El gran aporte de Oconitrillo es el rescatar fuentes dispersas de información, muchas de las cuales desaparecen con el tiempo, y el escribir con honestidad.
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